Seguramente has leído mil trucos, probado varias apps, hecho listas de tareas interminables…
Y aun así, terminas muchos días con la sensación de “he hecho de todo, pero no he avanzado en nada importante”.
¿Te suena?
Quizás no te falten horas.
Quizás lo que necesitas es hacerte mejores preguntas.
Porque la verdadera productividad no va de tachar to-dos sin parar.
Va de avanzar con intención, sin drenarte por el camino.
Y en este artículo no te traigo técnicas mágicas.
Te traigo 7 preguntas clave que toda emprendedora debería hacerse si quiere trabajar con foco, sin estrés y con propósito.
1. ¿Por qué quiero ser más productiva?
Y no, no vale decir “para hacer más cosas” o “porque tengo muchos proyectos”.
Eso no es un por qué, es un síntoma.
Vamos a ir más al fondo.
Porque muchas veces intentamos aplicar técnicas de productividad sobre una base inestable: no tenemos claro para qué queremos ser más productivas, qué queremos conseguir con ello, ni qué nos está moviendo de verdad.
Y aquí viene el gran truco: cuando tu motivo es superficial, tu motivación también lo será.
Por eso cuesta tanto mantener el ritmo o crear hábitos sostenibles. Porque en realidad, no estás tan alineada con ese objetivo como crees.
Imagina esto:
Has conseguido liberar 2 horas al día:
¿En qué las vas a invertir? ¿Para qué querías ese tiempo en primer lugar?
Estas son las preguntas que marcan la diferencia.
¿Qué hay detrás de tu “quiero ser más productiva”?
Te propongo que vayas un paso más allá. Coge uno de tus objetivos (por ejemplo: quiero lanzar mi primer infoproducto) y termínalo con esta frase:
“Esto me importa mucho porque…”
Quizás te salga algo así:
…porque quiero tener más libertad y dejar el trabajo que ya no me llena.
…porque quiero ayudar a otras personas con algo que sé hacer muy bien.
…porque quiero demostrarme que puedo confiar en mí.
¿Ves la diferencia?
Aquí ya no hablamos de tareas ni de métricas, hablamos de lo que te importa de verdad.
Y cuando te conectas con eso, las tareas dejan de ser una obligación y se convierten en herramientas.
Ya no haces cosas “porque toca”, sino porque responden a algo que te sostiene.
¿Cómo saber si tu “por qué” es sólido?
Sencillo: si lo lees y te emociona, si te recuerda quién eres y hacia dónde vas… es que has dado en el clavo.
Si en cambio te suena a excusa disfrazada de objetivo, toca afinar.
Y no pasa nada si te cuesta. Puedes empezar haciéndote estas tres preguntas rápidas:
- ¿Qué quiero que cambie en mi vida a través de mi productividad?
- ¿Qué valor personal hay detrás de este objetivo? (Ej: libertad, crecimiento, impacto)
- ¿Qué me empuja a moverme incluso cuando no tengo ganas?
Si las respuestas te remueven un poco… vas bien.
Un último apunte (y es importante)
Vas a tener días sin energía, sin foco, sin claridad.
Y en esos días, volver a tu “por qué” será tu salvavidas.
Así que no lo dejes solo en tu mente. Escríbelo. Léelo. Ponlo cerca.
En tu cuaderno, tu agenda, tu fondo de pantalla o donde lo necesites.
Hazlo tangible, porque eso lo convertirá en una brújula real.
2. ¿Estoy queriendo abarcar más de lo que puedo sostener?
Sé que te suena.
Tienes mil ideas geniales, cursos empezados, proyectos en marcha, ganas de emprender algo nuevo, de escalar lo que ya tienes, de publicar más contenido, de cuidar tu salud, tu familia, tus finanzas… y de paso, no perderte nada en redes ni en tu comunidad online.
Spoiler: intentar hacerlo TODO a la vez no te hace más productivo.
Te hace vivir sin foco, como conduciendo sin luces en una noche de niebla densa.
Y ahí es cuando entras en el bucle: no sabes por dónde empezar → te bloqueas → procrastinas → te frustras → lo intentas compensar haciendo más → te saturas → y vuelta a empezar.
El multitasking del emprendedor no es una medalla
Nos han vendido que emprender es sinónimo de estar en mil cosas a la vez, y que si no haces 7 tareas diarias, te estás quedando atrás.
Pero la verdad es que lo que te hace avanzar no es sumar más, sino saber qué RESTAR.
¿Cómo saber si estás saturada?
Haz este pequeño test:
- ¿Sientes que cada día terminas con la sensación de “no llegué a nada importante”?
- ¿Tienes más tareas que tiempo real para hacerlas?
- ¿Te cuesta elegir una sola cosa a la que dedicar tu foco?
- ¿Te das cuenta de que empiezas muchas cosas… pero terminas pocas?
Si dijiste que sí a 2 o más… probablemente estés en modo “productividad caótica”.
¿Qué puedes hacer ahora?
Elige. Prioriza. Renuncia.
Haz una lista de todo lo que estás intentando abarcar. Y luego, sé valiente: tacha lo que no puedes sostener ahora mismo.
Esto no es rendirse. Es diseñar tu sistema desde la realidad, no desde la fantasía.
💡 Tip extra: Divide tus ideas en tres categorías:
- Ahora
- Después
- Algún día
Y comprométete solo con lo que esté en la columna Ahora.
Porque si todo es prioridad, nada lo es.
Y si tú te quemas, no habrá sistema que te salve.
3. ¿Qué tareas me recargan… y cuáles me drenan?
Esta es una de las preguntas más reveladoras que puedes hacerte.
Porque no se trata solo de “gestionar el tiempo”, sino de gestionar tu energía.
Puedes tener dos bloques de trabajo iguales en tu agenda —de 10 a 12— y sentirte completamente distinta después de cada uno.
Uno te deja con el cuerpo y la mente activados y el otro… con ganas de tirarte en el sofá y no levantarte.
¿Y sabes qué? Eso no es casualidad.
No todas las tareas pesan igual
Hay tareas que, aunque te demanden energía, te conectan, te activan, te hacen entrar en flow.
Y hay otras que te desgastan. Aunque duren 10 minutos. Aunque “no parezcan para tanto”.
La clave está en identificar cuáles son unas y cuáles son otras.
Porque ahí es donde empieza el verdadero diseño de tu sistema de productividad desde la calma.
Ejercicio: Mapea tu energía
Durante 2 o 3 días, observa lo que haces y cómo te sientes después de cada tarea.
No pienses solo en «me gusta / no me gusta», sino en si:
- ✅ Te recarga (te deja más enfocada, motivada, despierta)
- ❌ Te drena (te deja más dispersa, cansada o apática)
Aquí te dejo un ejemplo:
¿Y para qué sirve todo esto?
Cuando conoces cómo reacciona tu energía a cada tarea puedes:
- Ordenar tu día para equilibrar lo que te carga y lo que te drena
- Ubicar lo más desafiante cuando tengas más fuerza
- Prever momentos para descansar de verdad
- Y, sobre todo… no exigirte rendimiento constante en tareas que te dejan seca
✨ Bonus track: no todas las tareas que recargan son “agradables” ni todas las que drenan son “un rollo”.
Una sesión de coaching puede encantarte y, aun así, necesitar una pausa después.
Una tarea rutinaria puede darte paz mental, pero si haces muchas seguidas… acabas a cero.
La energía no se negocia. Debes escucharte para conocer sus niveles y gestionar tu tiempo desde ahí.
4. ¿Cuáles son mis principales distracciones… y qué me están diciendo?
Vamos a decirlo claro:
No eres un desastre porque te distraes.
No te falta fuerza de voluntad.
No estás rota.
Simplemente eres humana.
Y, como todo humano en el siglo XXI, vives rodeada de estímulos diseñados para secuestrar tu atención.
Pero… la culpa no es del móvil (o no solo).
¿Y si tus distracciones fueran mensajes?
Sí, has leído bien.
Cada vez que te vas a mirar Instagram, revisas el correo por quinta vez o te levantas a hacer “otra infusión”… no es solo una interrupción.
Puede ser una señal. Un mensaje. Un aviso de algo que no estás atendiendo.
- Tal vez estás cansada.
- Tal vez estás evitando una tarea porque te da miedo no hacerlo bien.
- Tal vez simplemente necesitas contacto social, moverte o desconectar un rato.
Las distracciones no son el problema.
El problema es no saber por qué ocurren ni cómo gestionarlas con conciencia.
Ejercicio: Mapea tus distracciones
Durante 2 o 3 días, lleva un mini registro de distracciones.
Cada vez surja una distracción anota:
- ¿Qué estabas haciendo justo antes?
- ¿A qué hora fue?
- ¿Qué pensaste o sentiste en ese momento?
- ¿Qué hiciste en lugar de la tarea?
Este pequeño rastreo puede darte pistas muy potentes sobre tus momentos críticos del día… y sobre las emociones que están detrás.
Algunas distracciones y su mensaje más habitual:
- Ir a mirar el móvil “solo un minuto” → Estoy buscando una recompensa rápida porque la tarea me abruma.
- Abrir una nueva pestaña para buscar algo random → Mi mente está saturada o me falta claridad.
- Revisar el correo 20 veces → Estoy evitando una decisión.
- Hablar con alguien o moverme por casa → Necesito conectar o cambiar de energía.
¿Qué hacer con todo esto?
No se trata de eliminar las distracciones.
Se trata de darles su lugar y su tiempo.
Puedes reservar mini bloques de “distracción consciente”+
- Puedes anticiparlas y reducir su poder (por ejemplo, silenciando notificaciones en tus momentos de mayor foco)
- Puedes reorganizar tu jornada teniendo en cuenta tus momentos débiles
Y lo más importante:
Deja de castigarte por distraerte. Empieza a escucharte.
5. ¿Estoy planificando desde mi energía o desde mi agenda?
Te pongo en situación:
- Son las 10 de la mañana. Tienes bloqueado “crear contenido” porque tu calendario dice que ese es el momento ideal.
- Pero tú te sientes espesa, no has dormido bien, y lo último que te apetece es escribir algo con chispa.
- Resultado: te frustras, te presionas, y acabas procrastinando… o produciendo algo a medias, sin alma.
¿Te suena?
Entonces es hora de revisar desde dónde estás organizando tu tiempo.
No es solo cuestión de horas. Es cuestión de ritmos.
La mayoría de agendas, calendarios y sistemas de productividad están diseñados como si fuéramos robots:
“A esta hora haces esto. Luego haces esto otro. Y luego esto…”
Pero tú no eres un robot.
Eres una persona con picos de energía, con momentos de claridad y momentos de bajón.
Y si no tienes esto en cuenta, da igual lo bien estructurado que esté tu calendario: no te funcionará.
De agenda rígida a agenda energéticamente inteligente
Tus niveles de energía fluctúan a lo largo del día (y la semana).
Y cada persona tiene su propio “mapa energético”.
- Hay quien está a tope por las mañanas.
- Hay quien arranca lento pero despega después de comer.
- Hay quien por la tarde ya no está para tareas cognitivas, pero puede hacer gestiones ligeras.
La pregunta clave es:
¿Tú sabes cuándo estás en cada estado?
Para averiguarlo, durante una semana observa:
- ¿Cuándo te sientes más lúcida?
- ¿Cuándo te dan bajones de concentración?
- ¿Qué tipo de tareas haces mejor en cada franja?
Anótalo como si fuese un diario energético.
Y luego úsalo para reordenar tu día.
Algunas ideas prácticas:
- 🟢 Bloquea las tareas que requieren foco en tus picos de energía
- 🔵 Reserva las tareas más mecánicas o rutinarias para los momentos valle
- 🟠 Añade “tiempos colchón” para recuperarte entre bloques
- 🔴 Si sabes que a cierta hora siempre te distraes… acéptalo y bloquéalo como “tiempo de distracción consciente”
Planificar desde tu energía no es un capricho. Es una forma de respetarte.
Y cuando te respetas, todo fluye mejor: trabajas más enfocado, te cansas menos y, sobre todo, no te peleas contigo mismo.
6. ¿Estoy confundiendo estar ocupada con avanzar?
Te levantas, preparas el café y abres el portátil.
Contestas mensajes, te pones con un diseño, revisas el mail, editas ese post pendiente, actualizas tu bio en redes, anotas ideas nuevas para un proyecto, miras tus notas…
Y al final del día, estás agotada.
Pero si te preguntara: ¿Qué has avanzado realmente hoy?
¿Sabrías responderme sin titubear?
Estar ocupada es fácil. Avanzar con intención, no tanto.
Vivimos en una cultura donde estar ocupados parece ser una medalla.
Si estás hasta arriba, eres importante.
Si no tienes tiempo, es que eres productivo.
Pero la verdad es que estar ocupado puede ser solo una forma sofisticada de evitar lo importante.
La ocupación constante puede anestesiarte. Te hace sentir que haces mucho, cuando en realidad estás esquivando lo que más te asusta o incomoda.
¿Y por qué nos pasa esto?
Porque lo verdaderamente importante suele ir acompañado de incertidumbre, miedo o vulnerabilidad.
- Terminar ese infoproducto = exponerte.
- Lanzar un nuevo servicio = arriesgar.
- Poner precios justos = miedo a que te digan que no.
Y para evitar ese mal trago, tu mente prefiere que te entretengas organizando tu escritorio. Literalmente.
Pregunta de oro para tus mañanas:
¿Cuál es la ÚNICA cosa que, si la hago hoy, me acercará a lo que realmente quiero?
Solo una.
No diez. No cinco.
Una.
Esa es tu prioridad.
Todo lo demás, aunque sea urgente, es secundario.
Y si no puedes hacerla completa, haz al menos un paso.
Lo importante es que sientas que avanzaste. No que sobreviviste al día.
💡 Tip Extra: usa el “filtro del impacto”
Antes de comenzar cualquier tarea, pregúntate:
- ¿Esto me está acercando o alejando de mi propósito?
- ¿Tiene un impacto real o solo calma mi ansiedad momentánea?
Si la respuesta es lo segundo… pausa.
Puedes posponerla. O incluso eliminarla.
Ocupada ≠ productiva.
Siente orgullo por lo que realmente mueves, no por todo lo que mantienes en marcha.
7. ¿Qué pasaría si me permito hacerlo más simple?
Sé lo que estás pensando:
“Pero si lo hago simple, no va a estar a la altura.”
“Van a pensar que no me lo curro.”
“Si no lo doy todo… mejor ni lo hago.”
Te entiendo. Pero déjame decirte algo importante:
Hacerlo más simple no es hacerlo peor. Solo es hacerlo más viable.
Perfeccionismo = forma elegante de procrastinar
Muchos emprendedores se bloquean no porque no tengan ideas, tiempo o capacidad…
sino porque están esperando “el momento perfecto”, “el enfoque perfecto”, “la versión definitiva”.
Y mientras tanto, no publican ese contenido.
No lanzan esa página.
No escriben ese email.
No graban ese vídeo.
Si no puedes hacerlo perfecto, hazlo posible.
Porque lo posible, hecho con intención, suma mucho más que lo perfecto que nunca llega.
Céntrate en la “versión mínima viable”
¿Y si ese curso que sueñas lanzar primero fuera un taller gratuito de una hora?
¿Y si ese artículo larguísimo empezara con 3 párrafos bien enfocados?
¿Y si ese podcast arrancara con una nota de voz grabada desde tu móvil?
Reducir el formato no es reducir el valor.
Es hacerlo accionable.
Prueba este ejercicio esta semana:
- Elige una tarea que llevas posponiendo por “compleja”.
- Pregúntate: ¿Cómo sería esta tarea en su versión más simple?
- Hazla así. Hoy.
Y si te cuesta soltar la necesidad de perfección, recuerda esto:
- La acción imperfecta te da feedback.
- El feedback te permite mejorar.
- Y la mejora constante… te lleva lejos.
…
No necesitas otro sistema complejo ni una agenda de 17 colores para ser productiva con propósito. Solo necesitas hacerte las preguntas correctas… y escucharte de verdad.
Porque la productividad que nace de conocerte —de verdad— es la única que se sostiene en el tiempo.
Cuéntame: ¿Cuál de estas 7 preguntas te hizo clic? ¿Hay alguna que ya te habías planteado… o que te da un poco de vértigo responder?
Te leo en los comentarios 🙂